dimarts, de febrer 14, 2006

El otoño de Paris







El otoño de Paris

El lunes venia leyendo en el tren sobre la oleada de violencia que se desató en un barrio de Paris y ha terminado por contagiar toda Francia. Como buen proyecto de politólogo intentaba dirimir el perfil del conflicto, los actores, causas, posibles consecuencias, intentaba realizar un análisis comparado con España, equiparando porcentajes de inmigración, integración social, alianza de culturas…

Hace cuatro años que llegue a España, concretamente a Barcelona, con el propósito de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Barcelona. Escogí esta opción por la particular configuración de factores que se desenvuelven en una ciudad como ésta, la integración europea, el aumento de la inmigración, el desarrollo de la identidad nacional, la joven democracia española, la transición…

Mi idea era cursar la licenciatura y regresar a mi país para compartir lo aprendido, aportar ideas, estudiar desde otro punto de vista más externo la situación política mexicana, pero cuando me di cuenta había construido mi vida en Barcelona, mis amigos, mis sueños, aspiraciones, la mujer que amo. Había desarrollado una vida en dos países y establecido lazos afectivos a ambos lados del atlántico, hasta ahora he tenido la oportunidad de viajar cada verano a México y poner al corriente mi vida allá, la capacidad que tenemos hoy en día para movernos de un país a otro, comunicarnos instantáneamente me ha permitido seguir presente en los dos países a la vez. Decidí que como es mi derecho solicitaría la Nacionalidad española, ya que a los ciudadanos Iberoamericanos nos basta con 2 años de residencia legal para reclamarla. Y pensé en seguir llevando a cabo esta vida a dos tiempos, en dos lugares, sintiéndome de dos lugares a la vez.

Cuando llegué a la estación del pueblo donde vivo, mientras subía por las escaleras eléctricas, seguía pensando en lo leído durante el viaje en tren, había muchas opiniones y teorías de diferentes sociólogos, politólogos, antropólogos para dar respuestas a la crisis parisina. Alguno de los Teóricos hablaba sobre la imposibilidad de que esto ocurra en España. Había también entrevistas a diferentes tipos de Inmigrantes en España que opinaban sobre su propia asimilación de la integración en la sociedad de acogida. Yo intentaba desde mi posición encontrar respuesta a esta ira desatada, al desenfreno de los resentimientos, al origen del odio y los coches incinerados. Trataba de hacer un análisis aprovechando mi situación de inmigrante y estudioso de las ciencias sociales. Cuando la respuesta se asomó por encima del final de la escalera mecánica, dos agentes de la policía nacional me detuvieron a mí y a otros dos seres humanos. Un ser humano que después me enteré que había nacido en Colombia y otro ser humano que había nacido en Marruecos. Nos habían detenido de entre los otros cien pasajeros que salían del tren sin otro motivo aparente que el oscuro color de nuestra piel. A mi no era la primera vez que me detenían para pedirme documentación (acto por cierto ilegal en países tan juzgados por sus medidas anti-inmigración como Estados Unidos), no era la primera vez que lo hacían pero quizás ha sido la mas humillante de todas. Ante los ojos de vecinos, conocidos y algunos compañeros de la universidad un policía registraba mis maletas al tiempo que el otro daba mi nombre por radio, yo sentía mientras tanto cómo mi dignidad se colaba por entre las alcantarillas, junto a las colillas de cigarro y la basura de la ciudad. En los diez minutos que nos tuvieron retenidos, lo comprendí todo, supe que aun cuando me fuera concedida la nacionalidad española nunca dejaría de ser sospechoso de algo. No existe eso que se llama plena integración social, no existe aun cuando hablo catalán a la perfección, y me siento un miembro con preocupaciones similares a los de mis vecinos, amigos y novia. Estoy condenado a la exclusión, al igual que los miles de hijos de inmigrantes de tercera generación que incendian coches y edificios en París mientras yo redacto este texto.

Mañana intentaré retirar mi expediente de solicitud para la concesión de la nacionalidad, no puedo seguir viviendo en un país en el que siempre seré un presunto delincuente, o terrorista. Donde soy el primero al que el revisor del metro le pide el billete o al que siempre siguen en los almacenes cuando voy a comprar algo después de la universidad con la mochila a cuestas. Tampoco quiero exponerme a que un policía secreto me dispare por la espalda por parecerle a su consideración suficientemente sospechoso, tal como sucedió en Londres. Aun cuando ame a tantos seres humanos que nacieron aquí me iré.

A los que intentan prevenir una situación similar a la del Otoño de París en cualquier ciudad de España.