dissabte, de març 10, 2007

Mail ultramar.




















(Para Irina)




El crujido de sus pasos, entonados y sobrios, cortaban el frío aire que chocaba contra su cara. Mientras sucedía el asombroso instante de cientos de hojas cayendo al suelo. El mismo aire frío volvía el instante de las hojas mas dramático, no permitiéndoles tocar el piso de seguida, si no que jugaba con ellas como si de almas en el torbellino de la vida se tratasen. La existéncia se le hacia demasiado corta como para admirarse de los continuos milagros que le ofrece la naturaleza, tan sencillos como hojas que caen pero nunca terminan de caer suficiente. Una vez que se encontró dentro, ya con un clima mucho mas cálido, buscó un sitio para sentarse a la computadora, el ocurrir de las cosas hizo que le tocara justo al lado de la ventana, donde podía ver a lo lejos a una chica sentada a la intemperie, rodeada de un fondo de hojas marrones, que por fin, habían desistido y yacían en el suelo, observó como ella mezclaba tabaco con hashis, para después envolverlo en papel y fumarlo, inmersa en el infinito y crujiente universo de las hojas de Maple. Cuando la computadora terminó de hacer eso que hace, y dejarlo por fin acceder al correo electrónico, el único pero virtual contacto permanente con su vida, encontró un correo de un viejo amigo, que conoció hacia varios años justo en el borde de una bardita de piedra, jugando a las cartas, ese viejo recuerdo que ya se hallaba tan empolvado, pero tan constante, no le impidió leer el "object", decia "te quiero" nuestro protagonista no supo en ese momento si se trataba de una cadena de e-mail, o posiblemente, era lo que el mas desea en esos días fríos y de hojas secas, un e-mail especialmente escrito y pensado para el, cuando lo abrió, no pudo evitar que varias lagrimas recorrieran su cara, y el hecho de estar en una sala publica llena de estudiantes, algunos de ellos sus compañeros, no le importo mucho a la hora de leer, esas palabras que sonaban como al oído, como aquellas otras que retumbaron toda la vida dentro de su cabeza, mientras se las decía abrazándolo en un cuarto oscuro de su casa un día después de que su padre sucumbiera ante el Cáncer. Él pensó que quizás, las palabras que del corazón provienen se sienten siempre así como al oído, como en aquel cuarto oscuro, o cómo en este plenamente iluminado y lleno de desconocidos. No sabía como responder a este tierno susurro, que acaricia tan sutilmente el alma así que intentó recordar mas escenas como aquella en la que Camilo y Fuser estaban borrachos perdidos en sus primeras misiones, o aquellas noches en los bares emborrachando extranjeros, había demasiado recuerdo como para evocar uno solo, o evocarlos todos. Intentó por tanto sólo hacer un recuento de sus pasos entre las hojas secas que caen en otoño, del crujir de sus pies contra las hojas y del frío viento que ahora seca sus lagrimas.

InmigranteX

La respuesta no esta enfrente sino adentro, en las ganas. Al menos las respuestas para los poetas.